La globalización de la economía ha producido un intenso proceso de concentración del poder económico en unas cuantas áreas metropolitanas desde las que se ejerce el control y la dirección de la economía mundial. Esas áreas conforman lo que se ha dado en llamar las Ciudades Globales. En ellas convergen los nodos de las principales redes de telecomunicaciones; en ellas están las sedes de las principales instituciones financieras; y en ellas se ubican los principales centros del poder mundial, lugares en los que se genera una información privilegiada que es vital para la toma de decisiones de alto nivel. Las Ciudades Globales, por tanto, son la médula espinal del sistema económico tardocapitalista.
Aunque la globalización se caracteriza por una poderosa tendencia descentralizadora, ésta aparece en sintonía con agudas tendencias que apuntan en sentido contrario. La dicotomía centralización–descentralización obedece a una lógica interna del tardocapitalismo: en primer lugar, la descentralización de la actividad económica no ha ido acompañada por una descentralización paralela en la propiedad del capital; en segundo lugar, la dispersión territorial que caracteriza a la "cadena de montaje global" (la producción de bienes en fábricas dispersas por todo el mundo) ha generado una necesidad de control y dirección altamente centralizados desde el punto de vista espacial.
Desde el punto de vista funcional la Ciudad Global es una ciudad postindustrial. Su razón de ser son las funciones terciarias de alto nivel. Las más importantes, las que permiten controlar la organización económica mundial, se ejecutan desde las sedes centrales de las corporaciones y bancos transnacionales. A ellas se suman los servicios avanzados a la producción: asesoramiento legal y financiero, innovación, desarrollo, diseño, administración, personal, tecnología de producción, mantenimiento, transportes, comunicaciones, seguridad, publicidad, marketing, estudios de mercado, fusiones, tareas de dirección, etc. En tercer y último lugar cabe mencionar a los establecimientos que satisfacen los nuevos hábitos de consumo de la sociedad contemporánea, que hacen especial hincapié en la moda y el estilo, así como en las actividades culturales.
Las principales ciudades globales son tres: Londres por ser el primer mercado financiero del mundo en cuanto a transacciones, además de un nudo aeroportuario crucial y uno de los extremos de la espina dorsal económica que atraviesa Europa; Nueva York por ser el principal receptor de flujos de capital y exportador de servicios; y Tokio por ser el mayor prestamista de capital y sede los bancos más importantes del mundo, además de un centro internacional en economía de servicios, educación, publicidad y diseño. Junto a estas tres ciudades otras van ascendiendo en la clasificación de “ciudades globales” como París, Los Ángeles, Chicago, Hong Kong, Milán, Berlín, Madrid…
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